Diez años atrás, algunos músicos ecuatorianos se lanzaron a explorar
los ritmos nacionales tradicionales, permitiendo que una nueva generación los descubra.
La fórmula tuvo tanto éxito que muchos (quizá demasiados) se volcaron a
repetirla, inundando el mercado musical de versiones estilizadas y poperas de
El Aguacate. Ante ello, Carlos Grijalva propone con su cuarto disco una mirada
hacia el origen de la belleza original de la música nacional, que no solo
radica en letras preciosas, sino sobre todo en su música y la forma de interpretarla: volviendo a lo
básico, sin artilugios ni ayudas especiales, echando mano de las educadas guitarras
de Julio Andrade y Carlos Chong. Dieciséis temas para escucharse con
tranquilidad y pausa, donde reconoceremos las voces de María José Tejada en una
versión a capella de Sombras; y a
Mariela Condo en un pasillo de particular belleza compuesto por Christian
Mejía.
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