Una reseña de este disco hecha
por la BBC planteó una idea que me quedó revoloteando en la cabeza: el jazz no
se planifica, no se ensaya: se improvisa. Es por esto que es uno de los géneros
más selectivos, en donde el virtuosismo y experiencia de sus intérpretes pesa
muchísimo. Wayne Shorter, una de las leyendas vivientes del jazz, a sus ochenta
años, nos regala este disco grabado en vivo con su cuarteto. La magia del
sonido se mezcla con los resoplidos de sus integrantes y la euforia de la
audiencia que no atina a casi nada ante la ejecución magistral del legendario
saxofonista. Aunque suene contradictorio, cada nota improvisada tiene un
espacio preciso, imaginado en la mente de su creador, y que se materializa en
ese instante. La forma en la cual su banda lo comprende a la perfección es casi
espeluznante, y de seguro habrá cosas de ese disco que jamás entenderemos al no
haber estado presentes en ese concierto. El título describe a la perfección
esta obra maestra de Shorter: Solo los acróbatas más experimentados pueden
darse el lujo de lanzarse al ruedo sin red.
No hay comentarios:
Publicar un comentario